domingo

La permanencia.


Y es lógico, piensan los que piensan, la lluvia se nos cae encima, viene de arriba.
Que idiotas, piensan los que no piensan, la lluvia viene de abajo, del costado, de la boca, de los ojos, de las manos.
Lo que se desprende no cae del cielo, más bien de los ruidos. Uno que anda malherido por estos días, petrificado entre tanta cosa rara. Inmóvil en el silencio que no es más que vorágine de luz y velocidad.
Uno que anda aplastado por la tarde. Con las venas adosadas al miedo, al filo y al frío. Con las crenchas llovidas de agua estancada. Azul de tan blanco, desnudo ante la inmensidad.
Hay que dejarse llevar por las causes del río metafísico, pegar un salto al asfalto y darse la cara contra el pavimento mojado.
Juntar las partes que se desploman, juntarlas aunque estén llenas de pelusas verdes, de hilos extraviados, de vidrios congelados, de migas y bichitos.
Sacarse los ojos con los tenedores, sentarse al borde de la silla, caminar con las manos y estar al revés.
Hay que prender fuego la cama, escupir las sábanas, ahogarse con las almohadas. Saber que no existen las eternas lejanías, repetirnos al infinito parece lo decente.
Uno piensa con sed de horizontes, de ocasos quemados y amaneceres oxidados.
Y así uno no puede quedarse, hay que seguir andando. Con amor, desamor, calma, exaltación, nostalgia, alegría. Con alas, hormigas, azúcar, llantos, risas. Con viento, nubes, llovizna, tormenta. Con pudor, arrugas, noches, semillas. Con esponjas, sueños, pesadillas, desnudez, encierros, tapujos. Con tardes, árboles, delirios, azares, casualidades, coincidencias, desencuentros, siestas, despertares, belleza, fealdad…
Seguir con lo que eso significa, con lo que somos, lo que no. Lo que rodea, lo que se oculta. Lo permanente y lo que caduca.

1 comentario:

Diego Cohen dijo...
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