viernes

Suspensión


Una mañana me propuse elevar la vista. Quiero decir, observar lo que está por sobre mi escasa estatura. Caminé las tres cuadras que me separan de mi casa hasta la parada del colectivo mirando los techos de las viviendas vecinas, recorrí con mis ojos ventanas que nunca antes les había dedicado semejante atención. Me detuve particularmente en una chimenea con pequeñas bóvedas de forma ovalada donde las palomas residen. Rápidamente me invadió la tristeza de haber pasado por alto esa maravilla, cómo pude haber salteado semejante detalle durante tantos años. Cuando la alegría de haber descubierto ese pequeño tesoro se apoderó de mi mañana aceleré el paso, el encuadre de mi visión se mantuvo en un trozo de cielo celeste matutino en composición con los límites arquitectónicos.
Recorrí enredaderas infinitas, antenas inservibles, vidrios astillados, toldos rayados, ropa colgada danzando en las terrazas y por fin el 318.
El viaje tuvo poco y nada para ofrecer, un poco por la tierra pegada en las ventanillas y otro poco porque este juego es bastante común cuando uno está ahí sentado, y el tiempo parece un chicle.
Luz roja, tiempo suficiente para volver a elevar la mirada, pero sólo veo un paredón blanco.
Me detengo en el techo, que es de chapa y me recuerda al barrio de mi abuela. Bajo un poco más la vista y entrecerrando los ojos dentro de un pequeño hueco en la pared hay algo que se mueve. De pronto, veo muchos de esos agujeros. Ahora sobre el techo hay pájaros, mueven sus cabezas nerviosos, aletean simuladamente y se esconden en alguna de todas esas aberturas. Cada tanto se asoman y me miran temerosos desde lo alto.
Dudo que se propongan observar qué hay por debajo de sus ojos.

sábado

Mirar


Ojos que laten, se dilatan, inyectan. Se lavan las penitas y se secan con besos. Ojos que no quieren cerrarse pero se niegan a abrirse. Esperan, cada tanto, impacientes eligen ver otros ojos pero no saben mirar. Confunden cielos con adoquines, horizontes con paredes. Se pierden en mares de papeles, en lluvias de tintas mezcladas con saliva. Van captando, plasmando y recreando imágenes, soñando con lo que habrá más allá de aquella piel que apenas se deja mostrar entre tanta lana negra. Desean pero temen, necesitan ayuda de unos dedos atrofiados castigados por el frío. Derraman sal sin querer, a veces riegan las plantas de los pies, otras originan océanos en el pecho. Ventilan lo atrofiado cuando saltan palabras ya gastadas, no saben de luces azules pero las sueñan. Buscan sin cansancio revelando telarañas hasta que por fin llegue el día.

jueves

Ruidos


Creía que dentro del agujero negro nocturno un llanto rompería la barrera del silencio y te despertaría del sueño profundo, mezclado con ronquidos y dedos apretados. Que una luz cálida con hojas chirriando palabras con sabor a estudiadas iba a sacudirte los pelos. Penetraba tus párpados con pensamientos mojados llenos de mocos pero era inútil, tus ríos místicos te tenían bien ahogado allá.
Lentamente me dejé atrapar por las redes húmedas de la almohada, repletas de sal. Sé que me dormí llena de verde, de musgo en la boca, de arena en los pies. Molesta. Odiando los escasos centímetros que nos separaban, sintiendo que te alejabas cada vez más. Y cuando cerré los ojos tuve esa sensación que me visita cuando tengo fiebre. En medio de la oscuridad comienzo a ver que el mundo se agranda, que no alcanzo nada con mis manos y que te grito pero no me escuchas porque estás tan lejos. La sábana es imperceptible pero me pesa e impresiona.
Los ojos se agrandan, tratando de ver en la oscuridad. Palpando las paredes, sabiendo que estás de vuelta acá, pero lo ves ahí, inmóvil, sabiendo que él no.

lunes

Dulce de leche

El único consuelo es llegar a tu casa sabiendo que hay un flan esperándote.

La culpa es del frìo


Un poco yo también borro mis palabras, porque al final no se entiende nada.
Porque la vía láctea es vasta. Y en el vacío no hay espacios disponibles aunque no lo creas. Aunque te cueste creerlo.
Así es como se sufre. Así es como me desgarro la piel llorando en los estantes de las bibliotecas llenas de libros amarillos con olor a tiempo. Me saco los ojos y los tiro, pero hay tanto para ver. tanto y tan poco.
Hoy no sirvo. Ni para mi. Me inunda el dolor, me sulfura la cabeza.
Por eso mejor que las cosas se digan solas. Sin palabras. Que se borren por hoy.
Un poco todo eso. Y otro poco lo que se sabe. La reiteración. La calesita que gira y gira, a ver si se plasma en las neuronas.
La mano siempre. Más fuerte y más cerca.
Siempre.

sábado

Ceremonias


Me gusta estar sola en la casa. Es viernes. Esta noche de marzo anuncia la pronta llegada del otoño, está fresco y el cielo es inmenso cuando el frío congela narices.
Aun asi, pese a los diecisiete grados, me gusta no estar vestida. Disfruto bañarme con la puerta abierta, mirarme al espejo con Pink Floyd sonando alto y sentir la música en cada centímetro de la piel, posando y gesticulando ridículamente, creyéndome linda en un jardín con lirios blancos y glicinas perfumando ombligos.
Me gusta salir mojada del baño y dejar las gotas por todo el suelo. Pintarme las uñas de rojo, ponerme crema, esas cosas de mujeres.
Pienso que la idea de hacerme un café y que al abrir la heladera haya un lemmon pie me dibuja una sonrisa. Y ahora me siento en el sillón y abro un libro, Ceremonias, que irónico pienso. Entonces reafirmo la idea de que realmente me gusta este viernes.

miércoles

Hundido


¿Por qué soñé con el escritor Graham Green si nunca leí nada de él? Si no pensé nunca en él. Si apenas conocía su nombre.

Asi es, soñé con Graham Green.

lunes

Cadaver Exquisito


Si las tejas sostienen el aire y las chimeneas humeantes se ven a lo lejos invitando al salto entre el trigo sucio, mojado y penoso. Pero desde adentro algo invitaba a matar violentamente al pájaro que sale entre las ramas a volar verdes y violetas mientras sueña y además sostiene en su cabeza otra cabeza abierta, ideas coloridas.
Todos los demás seguimos caminando, buscando entre papeles viejos y amarillos una pronta respuesta que conduzca a una verdad incierta, como todas las verdades que en realidad mienten, pero igual trato de descubrir el mundo oculto detrás de una roca, detrás de un jardín multicolor que encandila con su luz y colores en los vidrios, iluminando rostros vivos, con almas llenas y puras y blancas esferas que flotan alrededor de un bosque pesado y oscuro, pero pudiendo ver la luna que a pesar de todo… brilla.

Las Calles. Córdoba. Traslasierra. 18-02-2010.

Cosas del calor


Las aspas del ventilador parecen no moverse a esta altura, la humedad sin pedir permiso se filtra por las persianas hasta sentarse en el marco de la ventana y nos mirar con ojos tristes. Se hace imposible ignorarla cuando lentamente desciende de aquel lugar y se instala al borde de la cama, y va chupando los dedos uno por uno, y el asco nos hace voltear para no verla más, inútilmente claro, porque la podemos sentir. Ahora sigilosamente avanza como una fiera por las piernas, con su lengua áspera llena de saliva las espaldas y todo se torna acuoso, un poco verde.
Puedo sentir sus manos hinchadas en mi cuello, lentamente me estrangula, aspiro una bocanada profunda hasta que ella, con sus ojos serenos, me arroja su aliento dentro de mi garganta, es inmundo, putrefacto. Siento arcadas, me veo presa de baba pegajosa entre mis brazos, las venas me van a estallar, los ojos se van inyectando de rojo sangre hasta que con las últimas fuerzas, las pocas ganas, me levanto de esta cama deshecha y me dirijo hasta una lluvia fría, la humedad me saluda, se da media vuelta y me pide que la despierte cuando termine, que ella no tiene sueño.

miércoles

Ata qué?


Abro la boca, siento el ardor en la garganta. Tengo sed, tengo agujeros azules adentro. Llorando mercurio vengo a pedir reparo, esta tormenta de viento me lastima los dedos, trepo hasta el cielo, saltando memorias, esquivando escupidas estelares.
Cuando llega el momento de cerrar los ojos creo perderme en la oscuridad, tengo miedo de hacerlo, hay algo que me impulsa a caer para adentro, siempre caigo para adentro. Cierro la boca, estás jugada tonta, te quedaste adentro por boba. Por olvidarte cómo se salta, por no dar vuelta la mesa del comedor y navegar los mares grises de la cabeza, encallando de vez en vez en cascotes pesados sin encastrar.
Ahora sentís un hormigueo que recorre tus brazos y se extiende a las manos, sos conciente de todo tu cuerpo, de cada vértebra, de cada centímetro de piel que se contrae con fuerzas porque el aire escasea, porque el corazón se acelera y todo comienza a ponerse negro otra vez. Tenés que superarlo porque así es tu vida ahora. Un ir y venir constante de episodios patéticos. De estrellarte la cabeza una y mil veces con situaciones del nunca jamás, del nada de eso es probable. Vivís el ahora pensando en el futuro, y así te olvidas vivir hoy. Te ahogas en charcos de agua podrida, en cielos sin lunas, en peceras vacías acribillada por ojos que juzgan y dedos que golpean el vidrio para que hagas algo porque sino es aburrido, sino no nos entretiene. El combustible de hoy es saber que hay un mañana, que estas más cerca, que te alejás de lo otro, pero que triste es, que pena me da que te despiertes con la respiración contenida hasta que te volvés a dormir, que pena me da verte acá sentada, repasando el sufrimiento, creyendo que así lo exorcizas de una vez por todas.

Cuca Rachas


Estoy decidida a enfrentar el terror que me dan esos bichos con patas de color marrón rojizo con alas. Pocos pueden entender mi parálisis frente a las cucarachas. Trabajo en un lugar próximo a un sótano, por ende cuando hace calor o cuando se aproxima la lluvia salen correteando libremente. Cada mañana abro la puerta en la oscuridad temiendo que alguna pasé por encima de mis pies, por eso pego un salto hasta la llave de luz que está encima de la heladera. Después de dos años de estar acá todos los días todavía no sé que tecla enciende qué luz, así que prendo todo y que sea lo que sea, sin querer ver el suelo, porque puede pasar también que me lleve la sorpresa de haber pisado alguna, o que la pobrecita ya esté patas para arriba y andá a saber qué después de eso.
Cuando algo me da miedo me tapo los oídos, me pasa que los ruidos se fijan más en mi cabeza, o desarman más situaciones que una imagen. Por eso no puedo escuchar pero si ver. Entonces cuando veo una cucaracha me tapo los oídos, lo mismo me pasa con las arañas, ojo.
Así con los oídos tapados busco el aerosol asesino, claro que para eso necesito una mano al menos, entonces inclino la cabeza hasta que mi hombro sea el suplente de la mano, realmente es toda una práctica de elongación el enfrentar mis temores. Pero en este lugar, esta oficina paupérrima no hay nada.
Como dije anteriormente el ruidito me molesta, me bloquea, me produce escalofríos, entonces es imposible para mí sacarme un zapato y estampárselo contra ella.
Hoy por ejemplo llegué y vi una, grande, horrible. Me dije, está afuera, no hay chances de que puede entrar, resulta que la muy turra lo hizo y anda dando vueltas por acá. Mi primer reacción, siempre fiel al acto reflejo más significativo en mi, fue el abstraerme del sonido ambiente, me hace reír esto ahora ya que una simple cucarachita (método de auto defensa, minimizar al problema) no hace nada de ruido. Luego me senté sin que mis piernas tocaran el piso, y a cada rato giro la cabeza buscándola (histeria pura) he llegado a hablarle, a pedirle por favor que se vaya, que no quiero matarla pero que me da muchísimo miedo y asco que esté caminando por acá. Hace un rato nomás la vi salir de la rejilla, rengueaba un poco y creí que su fin estaba próximo pero me equivoqué, creo que lo está haciendo a propósito, creo que se está riendo de mí a mis espaldas.
Mentí, dije que estaba decidida a enfrentar este temor, muy bien, no lo estoy. Aparte, cómo los enfrento, ¿matándola? No lo creo. Como es más fácil esquivar el problema a enfrentarlo por las dudas voy a comprar un Raid y tenerlo a mano siempre…