viernes

Chocolate


Cómo se hace para desprender las telarañas de esta luna que te corona. Cómo ocultarte estas cicatrices embadurnadas con miel llena de hormigas coloradas. Perderme entre tanta sábana acabada una y otra vez, para siempre sin mirar, sin posar el beso tajeado, falta de uso como se dice.
A quién entregar tanta porcelana de antaño si los dedos quebrados no quieren el té de noche, que me desvela y necesito dormir. Me cuesta pensar en mecanismos, me cuesta creer que no existan pinceles para escupir pasta densa sobre este lienzo.
Cuántas son las probabilidades de amarme bajo un cielo de glicinas sin estar pendientes de los azulejos que se desprenden del revoque. Es imposible sentir la lengua filosa entre las piernas, es prácticamente imposible pedir el grito agonizante de muerte aletargada, la estrechez de los brazos, la asfixia en la garganta cuando el aire falta en la cabeza y los dedos se adormecen.
Hay veces que el desierto del colchón me llena los ojos de arena que duele. Los pies me queman pero no hay nada que se pueda hacer, porque es otra vez igual. Música de ascensor, repetida y aburrida. Como dos por dos es cuatro y esas cosas que nunca comprendí, y hoy ya es tarde.

miércoles

Nada de nadie


Debe ser que en estas latitudes el tiempo se estancó, debe ser que mi temperatura cerebral genera mares pegajosos donde es difícil palpar formas reales.
Me gana este dolor, me dobla la garganta y revientan los cristales de mis dedos. Espero no cruzarte en este espacio.
Detesto este ovillo viscoso en los surcos cerebrales, me asfixio en el aire que exhalas. ¿Para qué buscarnos ficticiamente? si el encuentro nunca se va a concretar, es miércoles por favor! Las excusas moribundas de redes doradas no te van a salvar esta vez, si sabemos que es un carnaval patético. No puedo filtrar, no sé ni me interesa aprender a hacerlo. Hoy no tengo ganas, mañana seguramente tampoco. Ojo por ojo y nos quedamos ciegos, pero si ya lo estamos no hay nada que perder.
Una entrega total al sufrimiento, como siempre. No aprendés más Daniela. Una vuelta más en esta ronda de manos enguantadas.
¿Cómo se hace cuando la distancia es tal que agujerea la noche? Camino descalza entre cuerdas mojadas, entre cuadrículas que oprimen. Llorando cables que ato con cuidado esperando pájaros que se posen y traigan noticias tuyas.
Acá no existe el azar. Por eso quedamos para el mismo día a la misma hora. Pero me voy cansando de esto.