miércoles

Que no se confunda


Y en lo hondo de la pieza el humo, el calor, la humedad, el olor a pelo sucio, la almohada aplastada y babeada, el aliento a cigarrillo, las ventanas abiertas y la insoportable sensación térmica. No por verano. Por los cuerpos inertes que solo pretenden eso, irradiar lo que sea. Las manos que caen como lluvia y empapan los hombros, el pecho y desembocan en las piernas.

Hay contagios que poseen, maravillan pero mueren de secos. No se comprenden, se pierden a mitad del camino. Balbucean anuncios y las voces se quiebran, el idioma es ininteligible. Y a veces eso les alcanza, porque apoyan las bocas contra paredes agujereadas, de vidrios astillados que les cortan los labios. Y si, eso les alcanza.

Pero cuando el ofrecimiento de piel se pierde entre los ríos salados, la música se termina, el cenicero vomita cenizas, la espuma se abre y calienta, las velas verdes se consumen, se transforman en eso que no son. Y ahí si, ahí no hay más nada que un simple cerrar los ojos, buenas noches y abrigate los sentimientos no vaya a ser que los dejes correr por la cama con el frío que hace.

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