martes

Perdidos


No sé donde perdí mis ojos.
La cuestión del asunto es que no puedo ver.
Si alguien los encuentra tenga la amabilidad de devolverlos.
Los necesito, me estoy perdiendo las pequeñas cosas. Sólo puedo ver esas que no importan, las aburridas, las que no tienen forma y no me tiran baldes llenos de papelitos de colores.

Arroz


Tratar de inspirar profundamente aunque el aire escasee, intentar por todos los medios aferrarme a una porción de espacio aunque me suspenda en el vacío. Jugar a hamacarnos en este filo del todo, soltar el hilo hacia la nada.
Apretar la cuerda al cuello, subir los escalones del precipicio y mové el banquito que ya estoy lista.
¿Duele no? Digo, comerse las uñas sucias, llenas de incertidumbre. Asomarse a qué, si total no vamos a estar del otro lado, hoy no. Mañana tampoco.
Tanto festejo de poco tabaco salado para qué, si hoy te bajaste veinte y sigue la apuesta por quien da más.
Me aíslo porque soy un mamarracho pegajoso, insoportable. Porque no puedo pedirte que me comprendas, ni siquiera que lo intentes.
Es difícil, es tan difícil luchar contra todo esto que cargas sin darte cuenta en mis espaldas.
Ahora dejame acá, ya estoy lista para hablarte. Decirte sin palabras los huecos que se abren en la garganta. De qué ilusiones me hablas, si acá no hay cofres ni bolsillos.
Estoy cansada, tan cansada de escuchar, de cortar estos hilos de a poco para que no se acaben, de coser botones sin agujeros, de cortar flores sin jardines.
Triste, porque ya no soy yo. Porque tengo que usar este antifaz para que grites pero ni eso consigo y te vas a buscar los dedos en otro libro, en otras melodías, en otras noches que no me incumben.
Los pájaros de la noche no me dejan dormir, me cuentan que allá hay razones para no sentir, que allá es muy lejos y que no voy a llegar, que va a ser tarde. Que ya tendrás consuelo y cuerpos que pintar, que una vez más le pifiaste Daniela. Por decir lo que sentís, por desnudar lágrimas te quedaste sola y encerrada, dejá. Ya me cansé.
Abrime la puerta para ir a jugar.

miércoles

Hilos


Cuando se sabe lo que hay que hacer. Cuando el sueño me gana y después me enoja. Cuando es más fuerte escapar que enfrentar. Cuando sé que eso no me sirve. Cuando deseo ser diferente. Cuando deseo volver a ser yo. Cuando no quiero el gris. Cuando armo la paleta monocromática. Cuando tengo muchas ganas de una melodía. Cuando prefiero el silencio. Cuando me da miedo la soledad. Cuando me abandono. Cuando deseo otro lugar. Cuando extraño tanto acá. Cuando anhelo la lluvia. Cuando quiero escribir. Cuando quiero que esté cerca. Cuando quiero más tiempo. Cuando quiero recuperar el pasado. Cuando busco donde no hay. Cuando me pierdo en la luna. Cuando me encuentro entre grillas. Cuando me enoja. Cuando me duele la cama vacía. Cuando quiero que todo se vaya al carajo. Cuando me canso. Cuando quiero calma y la cabeza me martilla los ojos. Cuando hace frío. Cuando no puedo. Cuando soy ajena a mis manos. Cuando lastimo. Cuando no alcanza. Cuando todo está tan lejos.
¿Cuándo?

Constantemente.

El lado que se cae


No es fácil cuando febrero se nos cae en la garganta, y es hora del té frío con galletitas y dulce. Sumergirse en el rojo del infierno inconsciente, de ojos que se vacían cuando las palabras brotan. Sentir que ni el más fuerte soplido te va a hacer volver, te va a reaccionar. Y te escucho todavía, de lejos, de cerca. Parado, boca arriba. Al revés. No puedo gritar en este silencio de vidrios rotos que lastima las manos y nos hace sangrar. No puedo callarme con tu catarata de percepciones, y heridas que todavía supuran. ¿Qué decirte? Hay que reflexionar, separar las letras perfectamente, encontrar las consonantes adecuadas. Reglas indicadas de sintaxis ante tanta prosa desgarradora junta. Porque no me puedo equivocar, y me cuesta, y me duele. Me duele el silencio que te lleva lejos precisamente en este instante. Ojalá pudiera abrir un baúl con tinta acertada, que su fecha de caducidad no haya expirado y asi hacértela sentir viva. Abrir el puño furioso para calmar la sed de los minutos perdidos.
No sé expresarme, no encuentro los modismos. No comulgo con exigencias ni obligaciones, no trato con explicaciones ni demandas. Tan solo intento cambiar el punto de fuga, aflojarte la cuerda del cuello cuando asfixia para que puedas asomarte a la superficie e inhalar el universo de una sola bocanada, yo espero en la isla para cuando exhales. Cuando los cuervos que pican la memoria selectiva salgan a volar, a buscar alimento y asi pueda atraparlos entre las manos y que sigan una ruta al sur, lejos del norte donde habita la razón.
Quiero decir, no es fácil cuando somos restos de un pasado caótico, repleto de pedacitos que se llenaron de sal y caramelo. De mugre, se pasaron por agua, se hirvieron. El poder de la palabra, el poder del resumen, de las elecciones. Difícil.
El miedo que se viste de traje y guarda papeles en los bolsillos, que paraliza, que frena. Y uno llega hasta ahí porque en definitiva siempre es un espejo (y uno lo sabe), entonces las frustraciones quedan al descubierto, la semejanza que provoca rechazo, la impotencia de lo estático, de lo que permanece y no muta. La inconstancia que también lastima. Entonces vivimos de contradicciones, llenos de temores. Pesa la verdad. Agujerea el pecho cuando nos atamos las manos y nos vendamos los ojos frente a ella, nos hacemos los distraídos porque la conocemos pero mejor allá lejos, no vaya a ser que se meta en la cama mientras soñamos con sueños que nos hubiese gustado soñar. ( Lo que todavía no sabemos es que aún se puede, hay que probar )

viernes

Chocolate


Cómo se hace para desprender las telarañas de esta luna que te corona. Cómo ocultarte estas cicatrices embadurnadas con miel llena de hormigas coloradas. Perderme entre tanta sábana acabada una y otra vez, para siempre sin mirar, sin posar el beso tajeado, falta de uso como se dice.
A quién entregar tanta porcelana de antaño si los dedos quebrados no quieren el té de noche, que me desvela y necesito dormir. Me cuesta pensar en mecanismos, me cuesta creer que no existan pinceles para escupir pasta densa sobre este lienzo.
Cuántas son las probabilidades de amarme bajo un cielo de glicinas sin estar pendientes de los azulejos que se desprenden del revoque. Es imposible sentir la lengua filosa entre las piernas, es prácticamente imposible pedir el grito agonizante de muerte aletargada, la estrechez de los brazos, la asfixia en la garganta cuando el aire falta en la cabeza y los dedos se adormecen.
Hay veces que el desierto del colchón me llena los ojos de arena que duele. Los pies me queman pero no hay nada que se pueda hacer, porque es otra vez igual. Música de ascensor, repetida y aburrida. Como dos por dos es cuatro y esas cosas que nunca comprendí, y hoy ya es tarde.

miércoles

Nada de nadie


Debe ser que en estas latitudes el tiempo se estancó, debe ser que mi temperatura cerebral genera mares pegajosos donde es difícil palpar formas reales.
Me gana este dolor, me dobla la garganta y revientan los cristales de mis dedos. Espero no cruzarte en este espacio.
Detesto este ovillo viscoso en los surcos cerebrales, me asfixio en el aire que exhalas. ¿Para qué buscarnos ficticiamente? si el encuentro nunca se va a concretar, es miércoles por favor! Las excusas moribundas de redes doradas no te van a salvar esta vez, si sabemos que es un carnaval patético. No puedo filtrar, no sé ni me interesa aprender a hacerlo. Hoy no tengo ganas, mañana seguramente tampoco. Ojo por ojo y nos quedamos ciegos, pero si ya lo estamos no hay nada que perder.
Una entrega total al sufrimiento, como siempre. No aprendés más Daniela. Una vuelta más en esta ronda de manos enguantadas.
¿Cómo se hace cuando la distancia es tal que agujerea la noche? Camino descalza entre cuerdas mojadas, entre cuadrículas que oprimen. Llorando cables que ato con cuidado esperando pájaros que se posen y traigan noticias tuyas.
Acá no existe el azar. Por eso quedamos para el mismo día a la misma hora. Pero me voy cansando de esto.

viernes

Imposibilidades


Es un desastre. Te lo dije no sé cuántas veces. Repeticiones mecánicas, espiraladas y bien lubricadas, porque últimamente dale que va con esta historieta.
Últimamente parece que tu pasatiempo favorito es ver-pasar-el-tiempo, dándole al significado de la palabra el liderazgo absoluto, le hacés honores al término.
Te vas a aburrir, y sabés como terminan estas cosas, en el silón amarillo de la casa chorizo en Lanús, llorando y pidiendo pañuelos porque no sabés cómo salir de ahí.
Acá todo está deshilachado, del otro lado la voz se acelera con cada pulso, el frío del silencio monosilábico indica que algo anda mal, que no puede ser, que te entiendo, y que le vas a hacer, tratá de tranquilizarte. Una vez más el refugio de los dedos en papeles que se queman, en camas demasiado grandes cuando las cosas salen asi de redondas, es decir como no las quería. (Contrario a lo que dice la mayoría)
Parece que agosto se apuró otra vez, que el frío siempre arruina las cosas y dicen que no va a nevar, una lástima realmente. Parece que los viernes nos vienen escupiendo la cara desde hace tiempo ya, que si no es por esto es por lo otro, y asi uno va tachando más días en el calendario.
Y últimamente las horas se apuran por llegar antes que la luna, no hay más noches de ventana y aroma a glicinas en las manos porque la rueda te muerde los pies temprano. Porque es una constante elección entre el deber y el querer, y hay veces que te confundís. Asi es como va faltando el aire, asi es como las calles se hacen eternas agonías, mientras sé que estás allá y yo acá. Así es como esta lluvia retinal me va ahogando mientras los pelos se enredan y luchan salvajemente por liberar esta lengua adormecida. Asi es como pasa otro viernes para nada, para lamentarse por el tiempo que se aguó, para estrellarme la cabeza llena de batallas, para ir a dormir sintiendo este abismo en la garganta echando color azul en el fondo de las grutas.

jueves

En un cajón

Pienso en la fragilidad. En el tiempo que sobra, en la piel que se desprende. Pienso también en la soledad, en la insoportable carga de la existencia sobre las espaldas. En las hojas amarillas con olor nauseabundo a humedad y segundos muertos. Pienso en la lentitud, en olvidar todo. En los ojos vidriosos de mares despejados y cielos podridos. En la colisión de los centímetros que nos distancian, a veces eternos. En la incomprensión de ideas. En las vocales que se mezclan en una bolsa agujereada, en las palabras que se pierden por los caños del baño. En los platos sucios tantas veces lavados para nada. Pienso en caminatas absurdas, demasiado lentas para esta vorágine de azulejos repetidos. En todas las veces que apagaron el despertador a la misma hora durante siglos y ahora ya es costumbre hasta que lo apaguen por una ultima vez. En todas las plantas que viste morir alrededor, en las eternas idas, jamás venidas. Pienso en ciclos, en círculos. Que hoy estás acá, donde mucho tiempo atrás también estuviste, donde mucho tiempo después yo quizás también esté. Pienso en el miedo de olvidar, en la molestia de mi presencia. Repudio a tu única compañía, los cronogramas inútiles solo para sentirte útil. Pienso que detesto a los sienten lástima por tu manera de andar, que no comprender tu lenguaje corporal. Tu sentencia de muerte con los cables, pero tu adoración por las pastillitas milagrosas. La evocación recurrente a lo superior, asi te vas preparando para algo mejor, que queda poco tiempo y mañana sabe dios si voy a estar. Pienso en el desgaste, en el viento que borra tus huellas, los sentidos, los recuerdos. En las lluvias que mojan la realidad, en lo que se vuelve intangible, en lo que desaparece de un instante a otro. Pienso en respiraciones que arden, en parpadeos con miedo. En las privaciones declaradas en recetas del ser superior, en la vida tranquila que roza con sus sedas el borde del aburrimiento. En lo monótono de las horas, en la libertad falsa que te prometiste. Pienso que seducís todas las noches a las sombras, perfumándote de violetas para que te vengan a buscar y te lleven a pasear.

miércoles

Desatar


Me sumergí entonces en lo onírico una vez más. Pero repentinamente, entre sueños abrí los dos ojos enormenente y casi por inercia, como un llamado natural, como esa evocación mental que no sabemos explicar pero que sucede. Esa que hace un tiempo atrás, cuando las primeras líneas comenzaban a escribirse, se emperraban en convencerme que debía mantener distancia, que todo es raro y mejor no te zambullas Daniela. Pero yo sabía que todo es siempre un tapado de arpillera para que el agua no pase y el sol no queme.Y así me encuentro con las palabras de un Spinetta que siempre estuvo y está. Cuando ya no hay más que decir, o cuando a lo que se dice implícitamente es necesario agregarle su cucharada de luna en polvo.Entre nubes bajas y densas tus líneas, tus curvas. Los ritmos, las rayas. Los blancos terribles y los espacios atiborrados de tinta negra. Respirar para no ahogarse entre tanto cuerpo fundido. Entre pelos que entran en las bocas porque así es mejor. Amar con los ojos, las manos, la prisión de piernas que se confunden, con torpeza, con las bocas que quieren devorar pero no para saciar hambre más bien para llenar el alma. Todavía no puedo explicartelo, tengo miedo de caer en repeticiones, en reiteraciones que ya no son aleatorias porque siento que recaigo en la figurita repetida y late late late, esperando siempre un nola nola nola. (y si, esa costumbre que tengo de querer ver lo que no se ve, de querer tener lo que no se tiene, de querer meter mano donde se no pueda. De querer dar lo que no se consigue)

Cargar con uno mismo



Un día como hoy, un día cualquiera. La insoportable carga que nos imponemos en la espalda. La irrefrenable manera de creer que todo lo atravesamos con nuestra presencia. Creernos los únicos que soportan el peso del tiempo y de las rutinas. Sabernos equivocados y taparnos los ojos.Saber que se puede ver sin mirar pero tener miedo.Saber que somos lo que sembramos pero tener vergüenza.Saber que las mismas manos que hoy acarician algún día lastimaron y sentirnos sucios por eso.Ahora que lo sé, en este instante suspendido en el tiempo, un día cualquiera, cargado, muy cargado voy a salir a ver un sol que está escondido, voy a salir a gritar, voy a salir a llorar con los ojos inundados de sangre, voy a dejar que la inmensidad me congele las pestañas. Voy a permanecer muda ante la nada y que la noche se me caiga encima. Que las babas del diablo se me peguen en los dedos... quedarme así. Y mañana tal vez. Si, mañana tal vez.

No - (con) vence


No es fácil. Digo, el viernes rojo, una carta leída con erres patinadas. Sentir que me pertenece, sentir que habla un poco de mí, un poco de vos.
Apurar los tragos, los cigarros, las chicharras, las lucecitas. Peinarme y despeinarme. Dilatar la noche en un tintero vacío. Porque asi se me va el verano. Un instante y el mercurio que explota en mi cabeza.
Perderme en el humo verde de la inconstancia. Que mejor arriba, y asi no.
Tener clavados los ojos en un cajón cerrado hace tiempo, y frío, y febreros. Anular los reflejos del vidrio proyectándose sobre las manos.
Volver a cierto viernes que hace tiempo destiñó color rojo. Poder sentir la distancia acá ¿ves?. Si se sabe que asi no se puede. Escombros de momentos que se apilan en aquel rincón y juntan mugre.
Una línea que se corta, y el colchón enorme que devora los pies.

martes

Encuentro


Y hoy sucedió algo asombroso al fin. Camino de regreso a casa y ahí estaba, un caramelo de banana derritíendose bajo el rayo de fuego. Llegué impregnada de olor amarillo. Pensé que eso era realmente bueno.

Siempre hay alguno que se aburre y se escapa.

jueves

Punto



A veces no sé cómo te labura la cabeza, Daniela. Esos abismos que posees, los cortes abruptos, la vida sin matices. O blanco o negro, y asi no sirve. Aprendé a filtrar, haceme el favor. Aprendé a encontrarte, porque te perdiste por ahí. ¿Cuánto más te va a perseguir el catorce? Para qué volver a contar si son sólo números. Además no sabes multiplicar, ni dividir. Das lastima con esos dedos. La dialéctica cerebral te va a terminar devorando. Y vos dale que va, otro y otro más. Por las dudas, por si acaso. ¿Por qué te olvidaste los vidrios de colores, los boletos en los bolsillos, los caramelos en las veredas, los viajes eternos? Ahora las fobias te ahogan.
Tanto miedo, Daniela, tanto miedo.

miércoles

Lo que está entre el lunes y el miércoles



Los martes siempre me dieron la impresión de amarillo.

Y sin embargo, aunque no me gusten ni el martes ni el amarillo es cuado las palabras brotan.

Debe ser un poco como los cascarudos que andan dando vueltas, que según Iván te pinchan y te puede pasar algo muy feo. Yo le creo. Por las dudas los saludo y me cruzo de vereda.