Así no es posible entenderse, te das cuenta.
Sos el cómplice de los otros, yo que tantas veces te supe diferente y te quise por eso, ya van tres o cuatro veces que me hacés lo mismo, de qué me va a servir que cada tanto respondas a mi deseo si al final es esto, verte ahí con las crenchas en los ojos, los dedos chorreando un agua gris, mirándome sin hablar.
Y me voy cansando de a poco que sea siempre lo mismo.
Menos mal que hay noches de risas y café.
Menos mal que hay tardes de submarinos y panqueques.
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