miércoles

Ali (m) ento


Te estampás la nariz contra el cristal y de a poco aparecen esas manchas que opacan. Inhalás y se van, exhalás y vuelven. Y así vas armando un universo que no existe, te lo repito constantemente, pero vos nada che.
Insitís con esa idea de lo efímero, del dibujito que haces en las manchas, y en cada respiro se vuelve reiterativo.
Mensajes para más tarde, decís, para que cuando el cielo se despeje de noche vos te acerques y con la boca semiabierta escupas nada más que aire y los códigos mágicamente aparezcan de nuevo.
Esos que están siempre, porque estás con la fijación de las luces naranjas y todo se empaña, porque el calor que hace acá adentro es insoportable. Hospedaje gratuito para tus gérmenes desagradables y violetas.
Los martes te van a aniquilar, arrancate las lagañas de una vez, abrí las persianas, limpía la mugre que dejás en las ventanas, desnuda la humedad que duerme en la cama y deja de llorar porque precisamente a las cinco de la tarde la luz se vuelve extraña. Todo se impregna de gris, pero en las ramas de los árboles que están del otro lado de la calle hay un dejo de tinte amarillo, porque allá atrás él intenta asomarse, estúpidamente asomarse… y no sabe lo mal que te hace que las cosas estén por la mitad.
El tiempo desaparece. Se te congelan los dedos, vas tocando sin tocar y así todo se silencia. No hay más que el ruido ensordecedor de una gota suicida contra el piso.
Mensajes para más tarde… que bárbaro.

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